Este libro es una trampa. Porque no es un libro. Tampoco es una exposición. Y es ambas cosas, sin rendirse a ninguna de las servidumbres del papel impreso, digital o de las salas de un museo. Julián Aragoneses se burla de nosotros, de nuestra mirada, de lo que vemos y de lo que no vemos. Lo adereza todo con poemas, con juegos de palabras, con efectos visuales, con trampantojos... Aragoneses nos miente. Y es esa la sensación deliciosa que se tiene al recorrer con la mirada cada página de Yo creo, título polisémico donde los haya, porque es verdad que crea, pero también cree. Sin la mentira no existiría el arte, y Aragoneses es un artista al reunir en un solo libro un aluvión de propuestas atrapadas en tinta negra sobre papel. Pueden ser letras, con significado inmediato. O ilustraciones cuyo efecto es, si cabe, más duradero. Un libro para leer, para ver, para revisitar y para disfrutar de las obras plásticas a las que nos conducen los códigos QR estratégicamente agazapados entre los versos y las imágenes, como si fueran francotiradores. ¿Creer o crear? Esa es la cuestión.